Atlas se puso en huelga

y a todo el mundo le dio igual.

Estatua de Atlas en el Rockefeller Center, Nueva York

No se dan golpes en los campos de golf, ningún avión privado despega ya de los aeropuertos. Los deportivos duermen en garaje, los diamantes cogen polvo en las joyerías, mientras los redactores de la lista Forbes se tiran de los pelos porque se han paralizado de forma indefinida las compras, ventas y reventas de acciones. Nadie se sienta en los palcos de Wimbledon, se reúne en altos rascacielos americanos o repone los cacahuetes en el Club Bilderberg¿Qué?¿No te has enterado? Multimillonarios de todas partes se han puesto en huelga... ¡Ya no cargan con el peso del mundo sobre sus hombros!

Inspirada por el mito del titán Atlas, que fue condenado a soportar el mundo sobre sus hombros, la filósofa Ayn Rand, a quien por ser amable definiré como polémica, publicó en 1957 "La rebelión de Atlas", un libro (aunque bien podríamos llamar panfleto) que dio al objetivismo la categoría de filosofía y que causó sensación en la tierra de los McDonald's. Especialmente en los despachos de Wall Street.

En su obra, Rand narra de forma mucho más extensa y con menos coña (aunque no por ello debería ser tomada en serio) lo mismo que yo contaba en el primer párrafo. "La rebelión de Atlas" describe, en unos Estados Unidos distópicos, los planes y esfuerzos de empresarios y millonarios que luchan para evitar que sus compañías, las que levantaron con el sudor de su frente, caigan en las diabólicas y reguladoras manos del Estado. Así quedan definidos los dos grandes grupos: los saqueadores: políticos, funcionarios y burócratas que defienden, según la autora, la "mentira del bien común" y los no-saqueadores, líderes capitalistas que esgrimen, y juro que es el símbolo que usan en la novela, la bandera del dólar y llevan a cabo una suerte de "huelga de empresarios", un cierre patronal o lock out en el país. Es este segundo grupo en el que Ayn Rand escribe sus modelos de hombres (y sistema) perfectos.

¿Qué hay en "La rebelión de Atlas" que guste tanto a los amantes del mercado? Rand no sólo habla en su libro de economía, trata también temas de ética, política, metafísica... Lo cual lo hace un conjunto de páginas bastante intragable, pero que aún así es considerado el segundo libro de mayor influencia en el pensamiento norteamericano, sólo por detrás de la Biblia. Lo que tanto le gusta a conservadores y neoliberales de la filosofía objetivista que Ayn Rand vende en su libro es la "virtud del egoísmo". Ella misma la definía su postulado así: "el hombre vive para sí mismo, de que la búsqueda de su felicidad es el más alto de los objetivos morales y de que no debe ni sacrificarse por otros ni sacrificar a otros por él". Es decir, que el altruismo es una patraña y que la vida debe ser un "sálvese quien pueda". Y que Dios se apiade de los necesitados y desfavorecidos, porque tú no debes.

¿Recuerdas la escena de Titanic en que la tripulación priorizaba a los ricos en los botes salvavidas dejando a la gente como Jack para morir y cómo te indignaba? Bueno pues Ayn Rand estaría devorando sus palomitas con una sonrisa de oreja a oreja. Creo que fui demasiado generoso al decir que era "polémica". La obra cumbre del objetivismo, así como la propia filosofía, tiene innumerables contestaciones y levantó tantas polémicas como admiradores. Entre los defensores de la bondad de la avaricia encontramos a personalidades de lo más destacadas: Donald Trump y las cabecillas del partido republicano o Ronald Reagan y Margaret Thatcher, papá y mamá de los niños mimados de occidente: el conservadurismo duro y el neoliberalismo... Aunque no sólo de fósiles se compone el grupo de fans objetivista, algunas de las grandes mentes de Silicon Valley, las que están detrás de la venta de nuestros datos, guardan "La rebelión de Atlas" bajo la almohada, por si tienen pesadillas con los impuestos.

"Si viese usted a Atlas, el gigante que sostiene al mundo sobre sus hombros, intentando mantener al mundo en lo alto con sus últimas fuerzas, ¿qué le diría usted que hiciese? Que se rebele." predicaba la filósofa. A Atlas nadie ha tenido que susurrarle nada sobre alzarse contra nadie, ha salido corriendo él solito para resguardarse del virus ¿Pero qué pensaría Atlas que ocurriría con el mundo? Sin sus poderosos brazos sosteniéndolo todo, el mundo se hará añicos... ¿O no? La realidad parece demostrar que no es por Atlas que el mundo sigue girando, ni a los grandes capitanes del dolar y el euro que las cosas funcionan ¿Quién lo iba a decir?

Permíteme que cambie el primer párrafo. Son ahora los médicos los que no se presentan a la consulta, los profesores los que se niegan a levantar una tiza o los transportistas que se niegan a encender los camiones. Se acabaron las desinfecciones, no hay limpiadores que usen los productos. La comida no llega a los supermercados, nadie va a recoger la siembra.

Estoy seguro de que este escenario no te parece tan inofensivo como el primero.

A Atlas, y los que animan a su sublevación, les ocurre lo mismo que a aquel gallo tan engreído que creía que el sol sólo salía porque él cantaba. Todo hasta que un día se distrajo y no cantó, muriendo de vergüenza y humildad al ver que el sol, sin esperar por su canto, brillaba en el cielo. Como siempre lo había hecho.