Por el peor año de nuestras vidas

Hay vinos que mejoran con los años, pero este año sólo mejora con vino

Era la víspera de Nochevieja, porque una cosa es inspirarse en Dickens y otra copiarle descaradamente, y había fiestas, sí, pero lejos de ser felices. No os voy a engañar y siento que me entenderéis si os digo que este año el espíritu navideño ni estaba ni se le esperaba. Probablemente como resultado de un ERTE, han tenido que ser otras presencias fantasmagóricas las que se encargaran de visitarme este año.

Año Nuevo 2020 en Times Square (NY Times)

El espíritu de las Last Christmas (I gave you my heart) ha tenido bastante trabajo este año. Al parecer en cada casa, en cada hogar, se busca e invoca desesperadamente al espíritu de las Navidades pasadas. La certeza de que estas serán unas celebraciones distintas nos devuelve a nuestras ilusiones antiguas: a los brindis con asientos que ahora están vacíos, a los abrazos por los años que se van y los que llegan, a los modelitos elegantes con olor a langostino, a la tranquilidad de los besos con sabor a champán... Todo lo que este año no será, se lo pedimos a las Navidades que ya fueron. Y es maravilloso revisitar todo lo que hemos vivido, atesorarlo como guardamos los adornos del árbol año tras año, pero de la misma forma que llega un punto en el que hay que quitar las luces para que la gente de la calle no piense que tiene de vecino a Mariah Carey, quizás debamos utilizar con prudencia los recuerdos y saber cuando dejar de abusar de ellos. Vivamos, también este año, por la memoria y no de ella.

Navidades 2020 (NY Times)

Dicen que no hay mejor regalo que el ahora, pero tanto el espíritu de las Navidades presentes como un servidor, desearíamos tener un ticket para devolver el momento histórico que nos ha tocado vivir. Creo de veras que este es el peor año de nuestras vidas, sí, de las nuestras. No de la tuya o de la mía, pero sí nuestra como conjunto, como comunidad, como generación y sociedad. Pocas veces en la Historia el mundo ha tenido que reinventarse (con más o menos acierto) de la noche a la mañana como ha obligado a hacerlo el 2020. Y si el mundo cambia, cómo no vamos a hacerlo nosotros. Si salimos mejores, que sigamos descubriéndonos; si todo esto nos ha hecho peores, que los demás nos vean venir a la legua. Por todo esto, por este año de mierda y miedo, por cómo hemos aprendido a vivir y por el día de hoy, alcemos también los vasos todos los que estamos aunque no seamos todos los que somos.

Nieves Cabo Vidal, la primera gallega en ser vacunada del coronavirus (El País)

Si me preguntáis a mí, lo mejor del Año Nuevo es el primer brindis tras las campanadas, porque, sin haber tocado aún la uva de septiembre fondo de estómago, las primeras palabras del amanecer de año son siempre para regalar y buenos deseos a quienes queremos. Ni siquiera el espíritu de las Navidades futuras, tradicionalmente lúgubre y severo, se resiste a la ilusión de la vida que empieza. Y este 2021, quizás sea recordado como el año de la esperanza, de la ilusión. Será el año ansiado de la vacuna, de volver a juntarnos sin miedo, de los abuelos que retoman sus hobbies, de los niños que vuelven a ser niños, de los trabajadores que dejan de ser héroes, de los jóvenes que deja de ser villanos... Porque parece que las semillas del optimismo ya están plantadas.

Dejadme despedirme de vosotras y vosotros invitándoos a brindar conmigo por el peor año de nuestras vidas. Brindemos por todo lo bueno del 2021 y también por lo malo, que nos haga mejores y no más tristes. Brindemos siempre por la salud (ojito con el toque de queda), por el dinero (aunque haya que tirar de bizum), el amor (en todas sus maravillosas formas) y por todos vosotros que me habéis acompañado en este año de aventuras literarias, de bestias y de ideas .

¡FELIZ 2021!