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Balas y Balones

Esto no es una guerra, es un partido de fútbol


Tregua de soldados ingleses y alemanes en la Gran Guerra (Navidad,1914)



Las ocasiones excepcionales necesitan palabras memorables. Esto puede parecer una cuestión menor, pero no lo es en absoluto. Todos los grandes momentos de la historia que necesitan de la movilización (aunque en este caso sea preferente lo contrario) de personas ha estado acompañado de inspiradores discursos defendidos por consumados oradores. Pensad en Hitler vociferando y moviendo las manos como una bailaora, en Martin Luther King animando a compartir su sueño o en Salvador Allende alertando del comienzo de una pesadilla. Por esto es que en los gabinetes de jefes y jefas de estado de todo el mundo, licenciados en marketing, filología y periodismo se tiran de los pelos para dar con la mejor analogía, la perfecta metáfora, el inolvidable proverbio que haga de su discurso uno digno de pasar a la historia.


¿Y qué tal les está yendo? Bueno, sin duda lo están... intentando. Al parecer los escritores de discursos de Trump, Sánchez y Macron están en el mismo grupo de whatsapp, y es que todos, empezando por el presidente galo, han decidido denominar a la situación actual como una "guerra". Parece que a los franceses se les da mejor escribir sobre guerras que ganarlas. A esta retórica belicista ya le han salido, como era de esperar, bastantes detractores. Yo, personalmente, me quedo con la reflexión de Mujica: "No estamos en guerra, esto es un desafío que la biología nos mete para recordarnos que no somos tan dueños absolutos del mundo como nos parece. La guerra es un invento nuestro".


Lo cierto es que mi mayor decepción es para con los españoles. Sabiendo que en España para las guerras somos como para la tortilla (como las de casa, en ningún sitio) y que viendo el informe PISA no nos conviene ninguna prueba de la biología, está claro que necesitamos un simbolismo propio. La verdad es que ya hubo visionarios que vieron venir hace tiempo esta situación. Mónica Naranjo ya venía avisando de que ella iba a sobrevivir, el Dúo Dinámico algo de que iban a aguantar a pesar de las adversidades y Sabina nos alertaba sobre un ladrón de abril. Siendo sincero, no son las alegorías que esperaba para una situación así. Y pensar que lo tenemos delante de nuestras narices, que durante todo el año casi no se habla de otra cosa... ¿Cómo no nos hemos dado cuenta de que contra el coronavirus lo que estamos es echando un partido de fútbol?


Antes de que alguien me acuse de no tomármelo en serio, he de decir que no me refiero a una pachanguita de barrio ni a un solteros contra casados. No, no... yo hablo de una gran final del Mundial. Uno de esos partidos en los que nos la jugamos mucho y en el que los ojos de todo el mundo están puestos sobre nosotros. También es verdad que el acontecimiento está siendo más tenso que emocionante. Aún rozando la mitad de tiempo, sí, pero sin haber marcado ningún gol que pueda ser el decisivo. Nuestros delanteros están dando lo mejor de si, aunque alguno ha caído ya ante un equipo rival que no da tregua. Por suerte, nuestro banquillo está lleno de personas dispuestas a sudar la camiseta (o la bata médica) por algo más grande que ellos mismos. Sin duda son los aspirantes a goleadores los que más elogios y miradas acaparan, pero si el partido aún no está perdido, si aún queda esperanza de ganar, es gracias a miles de centrocampistas, defensas y porteros que mantienen el reloj corriendo y el marcador a cero. Es una pintoresca selección, quizás nunca imaginaron que tanta gente contaría con ellos o que estarían jugando unos con otros. Y, aún así,aquí están, luchando por el tiro a meta perfecto.


A nuestro entrenador es aún pronto para cuestionar su táctica. Seguro que ansía tanto como todos la victoria, pero eso no le salvará de ser el tema preferido de autodenominados expertos de tertulia nocturna una vez haya acabado el partido. En eso no influirá el resultado. Por supuesto no me olvido de las gradas, llenas de una afición entregada, aunque quizás hay algún hincha demasiado emocionado, que grita, canta y se desgañita para animar a su equipo. Un derroche de energía digno de la ocasión y necesario ante un desafío que necesita lo mejor de todos. Esperemos que, pasadas las celebraciones del eventual triunfo, no nos volvamos unos chaqueteros.


Puede que el último párrafo no sea el lugar más idóneo para las confesiones, pero he de admitir que yo no soy muy futbolero. Y con eso quiero decir que no lo soy en absoluto. Y ha sido esta desconexión absoluta del fútbol la que me ha hecho, desde siempre, envidiar los sentimientos que en tanta gente despierta el deporte rey. Sentimientos, quizás exacerbados, de unidad, compromiso,pasión, penas y alegrías. Ha sido difícil conseguir la misma sintonía emocional de la que fue capaz aquel gol sudafricano por geografía pero de padres españoles. Una euforia que fundió a las distintas Españas en un abrazo inocente. ¿Será esta ocasión que necesita de todos remando hacia al mismo lado la que nos permita volver a disfrutar de esa euforia, que como la victoria es tan intensa como breve? De nosotros dependerá.


Seguramente la metáfora del partido de fútbol no sea la mejor, pero, queridos líderes del mundo: A mí denme un balón y no un arma.

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2 Comments


heidis3000
Apr 13, 2020

Asier me ha encantado el texto, de hecho pienso que llevas toda la razón!!, a mi también que me den un balón 🏀 y no un arma!!

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noemr.cabrera
Apr 12, 2020

Querido Asier.

Si esto es cosa de la biología- lo que es muy posible, porque nosotros no somos el ombligo de nada- el "ser humano"ha sabido sacarle partido para montar,una guerra. Y si es al contrario la que ha sabido aprobechar la oportunidad ha sido la Naturaleza . Sea como sea, tienes razón, debería ganar ella.

De la idiosincrasia española solo recordar a Galdós o a los poetas del 27, gigantes , y añadir de mi cosecha que, durante las mayores hazañas de este pueblo,los vecinos ya lo narraban todo de balcón a balcón, que no hay nada nuevo bajo el sol.

Los españoles han sido capaces de levantar el mayor imperio con hidalguía y consumirlo con mísera resignación. Por…


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