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  • Foto del escritorALG

Chispa, Chispita y Chispín

Actualizado: 10 abr 2020

No es fácil aprender a querer de nuevo




Estábamos teniendo una conversación de lo más insustancial, de esas que agonizan a cada frase. Justo cuando mi atención estaba ya casi plenamente desviada a la película que empezaba en la tele y mi desinterés iba a metamorfosearse en un doble tic azul, apareció enfrente suya una gata. Mi amigo me envió una foto de Chispín, que así se llamaba la gata, para después contarme por qué le tenía tanto cariño. Pero como toda buena historia de amor, primero hay que entender las que vinieron antes.


He de empezar por aclarar que mi amigo vive en una casa de campo, en uno de esos lugares donde la naturaleza parece consentir con mayor gusto que el ser humano nombre hogar. Quizás sea esa precisamente ese espacio el que propiciara su encuentro, en varios momentos de su vida, con tres gatos.


El primero de ellos recibió el nombre de Chispa por sus ojos brillantes y su gusto por pavonearse de su agilidad felina. Acostumbrado a la compañía de un leal aunque perezoso perro, la aparente indiferencia del gato, su esquiva y juguetona actitud despertaron en mi amigo un interés antes dormido. "A veces pensaba"- me cuenta mi amigo-"que no quería estar conmigo y que yo solo molestaba. Veía esos ojos eléctricos que se me clavaban y parecían preguntarse con malicia cuando volvería a intentar atraparle, pero en cuanto corría hacia él, se escapaba por los tejados." No le cuesta imaginarse a Chispa riendo con picardía de quien creyéndose cazador no era más que presa. Con el tiempo, al gato se le pasaron las ganas de esconderse y comenzó a dejarse acariciar. Según su dueño, aunque insiste en que nadie jamás podría decir que Chispa era de su propiedad, le gustaba que le rascaran bajo la barbilla. En el jardín de la casa, entre ronroneos y caricas, se fraguó su amistad. Hasta el día que Chispa no acudió a su sesión diaria de cariños. Desapareció, sin aviso ni explicación ¿Se había ido siguiendo el rastro de una gata en celo? ¿Había sido atacado por el perro de algún vecino? ¿Se habría perdido por el monte de alrededor? Imposible saberlo. Chispa nunca volvió.


Meses después, las caricias no habían vuelto al jardín. Dice mi amigo que lo que más dolió de la separación no fue que la despedida fuera definitiva. Lo peor fue no verlo venir. "Duele decir adiós, pero mata no poder hacerlo". Un día de otoño, el perro empezó a deshacerse en ladridos a la entrada de la casa.


Mi amigo se acercó entonces para ver a un gato de abundante pelaje grisáceo y más kilos de los que cualquier veterinario recomendaría que rondaba el cuenco de comida del perro. Echando mano del collar del can, evitó que aquel robo acabara en homicidio. "A lo mejor pensó que estaba en deuda conmigo y por eso se quedó allí", y es que el orondo minino decidió hacer de aquella casa su residencia habitual. Vista la incorporación del felino al núcleo familiar, la madre de mi amigo propuso bautizarle como Chispa. "Me negué en rotundo, Chispa sólo hubo uno y no era aquella bola de pelo". Finalmente, en parte como velado homenaje y en parte por la satisfacción de la ironía, al segundo gato se decidió llamarle Chispita. Lo cierto es que las diferencias entre Chispa y Chispita eran lo suficientemente notables como para merecer nombres distintos y no sólo a lo que al físico se refiere. Si al primero le perdía un gusto insaciable por un seductor jugueteo revestido de aparente inocencia, el segundo era de una naturaleza mucho más afable y daba, sin ambages, todo el cariño que buscaba en otros. Actitud que le valió el cariño de toda la familia. Aunque no el de mi amigo. "No es que hubiese nada malo en Chsipita, pero no podía querer como Chispa a quien no lo era". Así murió el segundo gato, sin recibir de él más que alguna carantoña ocasional.


"La verdad es que me sentó bastante mal la muerte de Chispón."- me confiesa -"Con el tiempo me di cuenta de que había sido muy injusto con él." Este fue un error que no estaba dispuesto a volver a cometer cuando, a penas un año después, una gata de del color de una carretera nevada entró en la finca ondeando su cola, con lo que podría parecer cierto aire de soberbia. En memoria del gato que quiso y al que no quiso aprender a querer, nombró Chispín al animal con el que pretendía expiar sus errores pasados. "Cuando sale el sol, le encanta tirarse sobre la piedra caliente boca arriba, levanta las patas delanteras para calentarse la barriga. Es imposible no envidiar su cara de felicidad." La primera vez que la vio así, se animó a rascar bajo su barbilla, como a Chispa le gustaba. Pero Chispín no era Chispa. Su amable gesto fue correspondido por una cicatriz en la mano que reabrió algunas a medio cerrar en su corazón. "Tardé en entender qué había pasado. No es fácil aprender a querer de nuevo." Tras varios cautelosos intentos, mi amigo acabó por descubrir que nada le gustaba más a Chispín que le rascaran la barriga. Y eso hacía mientras hablábamos.


Con una foto de él y la gata panza arriba , la promesa de hablar en unos días y el no es fácil aprender a querer de nuevo proverbial de mi amigo concluyó nuestra sustancial conversación. Horas después de haber cerrado el chat, me sigo preguntando ...

¿Paramos de verdad alguna vez de aprender a querer?

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6 comentários


nor.cabrera
10 de abr. de 2020

Mi vecino tiene un gato y una gata que siempre saltan a mi terraza y se me cuelan en casa. El gato era arisco, peto nos hemos hecho muy amigos y ahora, cuando me encuentra, me pide que juegue y que le rasque. La gata es muy desconfiada y aún no me la he ganado. Peto todo se andará😉😊😊

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nekane73
10 de abr. de 2020

Pues un gato es genial tienen fama de que van a su rollo,pero para nada, los nuestros son unas bolas de mimos 😻😻😻😻

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nor.cabrera
09 de abr. de 2020

Yo me lo estoy planteando para cuando el confinamiento termine. Lo que pasa es que tengo que convencer a mi hermana, vivo con ella. No le gustan mucho los animales.... le dan miedo😉

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nekane73
09 de abr. de 2020

Yo tengo dos y son una gozada😻😻😻😻

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nor.cabrera
09 de abr. de 2020

Preciosa alegoría gatuna del AMOR. A mi tb me ha tocado el corazón. Nunca dejamos de aprender a querer porque nunca tampoco dejamos de equivocarnos con las personas a las que queremos. O seres, es bien legítimo el amor por los animales.

Siemre he querido un gato 😊😊😊

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