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Jueces de balcón, jurados de terraza y verdugos de ventana

Quis custodiet ipsos custodes?


La ventana indiscreta, Alfred Hitchcock(1954)


Son las siete de la tarde y el día no podría ser más envidiable. El sol está dando lo mejor de si y en las nubes podrían, perfectamente, jugar los angelotes de Murillo. Decidido a recuperar algo de vitamina D, abres la ventana y dejas entrar una juguetona brisa de principio de primavera. Cigarro encendido en mano, te dispones a otear esa calle que llevas viendo toda tu vida. Los coches parados, las tiendas cerradas y algún pájaro desafinando en la azotea de enfrente. Todo parte de nuestra nueva normalidad. Pero entonces lo ves. Ahí está, listo para ser descubierto. Plancha tu capa de superhéroe, sácale brillo a tu lupa, prepárate un martini (agitado, no revuelto) y rescata todo lo que te enseñaron Mortadelo y Filemón. Acabas de convertirte en el detective de un relato de misterio.



Varón caucásico, complexión media y de escaso pelo castaño. Aproximadamente unos cuarenta y tantos, ni gordo ni flaco, con andar deambulante y mirada perdida. Pero altamente sospechoso.Te frotas, incrédulo, los ojos ¿Acaso puede alguien cometer semejante desfachatez, tener tan hondo sentimiento anárquico? ¿Puede llegar el ser humano a despreciar tanto el orden y la rectitud? El hombre, en su infinita irresponsabilidad, cruza la acera sin detenerse en ningún portal. Sin quitarle un segundo los ojos de encima, das una profunda calada al cigarro cuando te percatas de que no hay perro que le acompañe en su travesía. Se acerca el final de la calle, pronto doblará la esquina ¡Pero no! El malhechor deshace sus pasos y vuelve al inicio de la calle. Hace lo mismo dos veces más ¿Acaso no es deber de los hombres y mujeres justos enfrentarse a la injusticia? ¿No debemos ayudar a quien ha perdido su brújula moral? Así que con la fuerza de un tenor y la dicción de Unamuno le recuerdas a esta descarriada oveja que no puede estar en la calle. No has logrado evitar que se te escape algún que otro insulto, pero todo excusado dentro de la vehemencia de tu intachable oratoria.


Entretanto, el cigarro se ha consumido pero uno no es un héroe si no afronta sacrificios. Le das santa sepultura en el cenicero y te propones a volver al sofá, pero el crimen no descansa. Por suerte tampoco lo hace tu sed de justicia. Agarrando con hercúlea fuerza el alféizar de la ventana, te desgañitas para que una mujer de mediana edad, medias pegadas al muslo y tinte que ha visto días mejores se apresure a volver a una casa de la que nunca debió haber salido. El deber llama de nuevo, esta vez en forma de pisadas de zapatillas adidas último modelo que le marcan el ritmo a un flequillo danzarín que cubre la mitad del rostro de un chaval de escasos veinte años ¡Dichosa juventud, tan enroscada en su propio ombligo que es incapaz de ponerse en lugar de los otros! Consigues que, mención a los hábitos sexuales de su madre mediante, el muchacho acelere el paso y abandone la calle corriendo. El sol ha decidido acabar su turno y el frío comienza a abrirse paso en tu casa. Con la satisfacción del trabajo bien hecho, cierras la ventana. Hoy el mundo es mejor gracias a ti.


Franciso ha perdido hoy a tres pacientes en la UCI. Uno de ellos había sido su profesor de anatomía en el segundo año de carrera. Es incapaz de quitarse de la memoria el recuerdo de su maestro intubado, pero no quiere llegar con ojos llorosos a casa. No quiere preocupar más a su familia así que intenta deshacerse de sus lágrimas antes de entrar en casa. Macarena ha salido a comprarle a su vecina de arriba, la viuda con principios de alzheimer, unas vitaminas que el médico le había recetado y que se encontraba demasiado indispuesta como para ir a recoger. A Iván le diagnosticaron autismo hace diez años, y desde hace ocho sale a correr todas las tardes para liberarse un poco de su tormentoso universo interior. Vaya, parece que no eres el héroe que merecemos, ni el que necesitamos


"¿Quién vigilará a los vigilantes? " Es la pregunta que Sócrates le plantea a su discípulo Platón en uno de los diálogos de este último. Platón le responde que los vigilantes cuidarán de si mismos, que para ello habrá que contarles una mentira piadosa: que son mejores que el resto. ¿Y qué mentira nos hemos contado a nosotros mismos para convertirnos en inquisidores de las ventanas? Nos hemos colocado, literalmente, en un altura desde la cual juzgar a los viandantes, acusándoles de una falta de empatía que en nosotros tampoco florece. Quizás debamos reservar ventanas, terrazas y balcones para el mar y los aplausos.

Muchacha en la ventana

-Salvador Dalí (1925)

108 visualizaciones2 comentarios

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2 Comments


raquelpardo75
Mar 26, 2020

Asier enhorabuena, me encanta

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nor.cabrera
Mar 25, 2020

Hola, Asier!!!!!! Aquí estoy para darte mi "recital". Si un día te aburro me lo dices y listo, ok? 😊😊🤩🤩🤩

Además de tener una sólida cultura clásica, un buen dominio del lenguaje que ya quisieran muchos., eres crítico y observador, Los visos de novela negra del primer texto me han sorprendido, y me encantan.

Por decirte algo más crítico, eres demasiado joven para un estilo tan clásico., Pero si tú te encuentras bien con ese estilo, eso basta.

Otra vez felicidades, chaval, tu madurez es, en estos y en todos los tiempos, una " rara avis"

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