Uno nunca es igual después de escribir un punto y coma, tus glúteos empiezan a sentir cada vez más cerca el sillón de la RAE.
Cosecha del tomate por cardenales apopléticos a las orillas del Mar Rojo (1884)
Todos sabemos para qué sirve un punto. Lo mismo con la coma, pero... ¿Qué pasa con el hijo de su matrimonio fracasado, con ese vástago tan olvidado como es el punto y coma?
El punto y coma tiene un lugar privilegiado entre los signos ortográficos. Podría decirse que es el equivalente lingüístico a la Virgen María: se aparece muy de vez en cuando, pero cuando lo hace es todo un acontecimiento. Y, al igual que su equivalente celestial, últimamente no tiene a bien hacer muchas visitas,porque el punto y coma no se le presenta a cualquiera. Para quien lee, encontrarse con semejante signo le hace levantar cejas, cuadrarse ante el texto y verlo desde una nueva perspectiva reverencial. No es un texto sin más si su autor ha usado semejante signo. Para quien escribe, poner un punto y coma es elevarse al Olimpo de las letras, dirigir el castellano a placer e irse de cañas con Cervantes y Machado. Uno nunca es igual después de escribir un punto y coma, tus glúteos empiezan a sentir cada vez más cerca el sillón de la RAE.
¿Pero para qué sirve? Pues la verdad es que no para mucho, ya que prácticamente siempre puede ser sustituido por un punto o una coma. El punto y coma "indica una pausa mayor que la marcada por la coma y menor que la señalada por el punto" según indica la RAE. Parece absurdo. Las cosas o continúan o terminan, ¿no? Bueno, parece que aquí es donde el punto y coma nos enseña un par de cosas sobre nosotros mismos.
Los seres humanos somos caprichosos. Queremos placeres ininterrumpidos y sufrimientos con botón de pausa. Tropezamos con la misma piedra tantas veces que la hacemos gravilla, nos empadronamos en lo malo conocido por no comprar el billete hacia lo bueno por conocer, ansiamos quietud en los huracanes y verbenas en los silencios incómodos. La incoherencia y la inconsistencia son inherentes a nuestra naturaleza. Nos convencemos de que fumar es malo, que nunca volveremos con un ex y de que no nos gustan las lentejas. Pero acaban llegando el siguiente cigarro, las segundas oportunidades y la primera cucharada que se disfruta. No somos seres de ultimátum, siempre diremos Diego donde dijimos digo y nunca cerraremos del todo ninguna puerta.
Para las pausas no definitivas, para las continuaciones en duda, para poder volver a pensar sobre ello, para las reconciliaciones, para el aprendizaje de errores... Para todo esto sirve el punto y coma. El signo más humano que existe.
Buenísimo, me estás dejando sin palabras