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La vida que dan los cambios

Calvicie ibérica, paradojas filosóficas, el Picasso taurino, la esencia y la identidad del yo.

Y preguntas, muchas preguntas.




Se ha suspendido el Roland Garros y aún así proliferan por todas partes pelotas de tenis. Algo se ha despertado en el subconsciente común de los hombres de España que nos ha hecho (servidor incluido) lanzarnos a las maquinillas sacrificando nuestros cabellos como si nos hubiera poseído el espíritu de Sansón. Como decía, yo también me he liberado de la tiranía capilar en pos de convertirme en una versión más adulta de Caillou, pero no esperaba que al raparme, no me reconocería en mi reflejo. Hoy, mientras me lavaba los dientes, al verme sin pelo en el espejo, mi cerebro ha tardado unos segundos en asimilar la deforestación de mi cabeza. Unos segundos en los que yo y quien me devolvía la mirada al otro lado del cristal no eramos el mismo. Y esto me ha hecho pensar ¿Cuánto tengo que cambiar para dejar de ser yo?


Como el saber ocupa menos lugar que un mueble barato del IKEA, decidí adentrarme en la filosofía para resolver mi duda, pero se me olvidaba que, cuando se trata de filosofía, uno empieza buscando una respuesta y acaba con cinco preguntas más. La cuestión es que ya los filósofos atenienses de la Antigüedad se habían preocupado por este dilema de la identidad. La Paradoja de Teseo cuenta como el barco en en el que este volvió de Creta (después de haber matado al minotauro, ni más ni menos) fue conservado durante décadas en Atenas, ya que todas las maderas que se iban pudriendo eran reemplazadas por otras iguales, hasta el punto en que ya no quedó ninguna tabla original. Así nace la pregunta: ¿Podemos afirmar que es el mismo barco cuando todas las piezas han sido reemplazadas? La discusión daría para una sobremesa la mar de entretenida y seguramente ya tengas una respuesta,pero esto no ha hecho más que empezar. ¿Y si te dijera que a nuestro cuerpo le ocurre lo mismo que al barco de Teseo?


Según los expertos en histología (la ciencia que estudia la composición, la estructura y las características de los tejidos orgánicos de los seres vivos) el cuerpo humano regenera, en un lapsus de 10 años, casi la totalidad de sus células, salvo las cerebrales, aunque estas también renuevan sus componentes en el mismo plazo de tiempo. Es decir, que como al barco de la paradoja, tu cuerpo va siendo reemplazado poco a poco hasta que todo es igual pero no lo mismo. Tu cabeza, rapada o no, puede que empiece a cuestionarse ciertas cosas sobre ti mismo, así que permíteme que reformule la pregunta y resuelva este embrollo: ¿Si todo en mi cambia,como puedo seguir siendo yo?

¿Te has fijado en los dibujos de los toros al principio del texto? Probablemente reconozcas en ellos el inconfundible estilo de Picasso y es que todos pertenecen a una serie de once litografías que el pintor manchego realizó en 1945. En ella, el artista pintó toros de diversos tamaños, estilos y formas. Partió de un toro dibujado con gran detalle hasta llegar al que tienes aquí a la izquierda, hasta llegar al Toro Universal. La esencia del toro, el toro sin adornos, el toro que podemos encontrar dentro de cualquier dibujo de un toro. Picasso demuestra como la esencia de quién somos, nuestra irrepetible autenticidad trasciende a la forma.


Debemos entender nuestra identidad es como un puzzle, está formada por piezas muy distintas entre sí pero que forman, entre todas, una imagen común. No importa la forma que tengan las piezas, siempre y cuando consigan completar la imagen. Al igual que ocurría con los toros de Picasso, son irrelevantes las florituras con las que nos adornemos, las caparazones de purpurina dentro de los que nos queramos esconder. Nuestra verdadera esencia, nuestra más profunda y arraigada identidad, la imagen que forman todas las piezas del puzzle es mucho más que eso. Así que da el paso, rápate el pelo, córtate el flequillo a ti misma, hazte ese tatuaje,cómete ese dónut de chocolate... Y quiérete. Quiérete muchísimo porque, por mucho que cambies, al otro lado del espejo siempre estarás tú.

143 visualizaciones2 comentarios

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2 Comments


nor.cabrera
Mar 23, 2020

Joder, tío, estás hecho un filósofo!!!!! Yo ko conocía esa teoría de la renovación de las células, pero te ha dado para una reflexión brillante. Muy buen símbolo de esa inmutable pero cambiante esencia lo de la cabeza rapada. Muy buen análisis ¿Sabías que yo, que muchos filósofos, hemos pensado lo mismo? Todo cambia para que todo permanezca, porque tu esencia, igual que la naturaleza, son eternas.

Me ha gustado mucho. Además, tienes un estilo fluido y elegante que convierte tu reflexión en un acto poético Bravo, Asier

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nekane73
Mar 23, 2020

Profundo

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