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Postales desde la caverna

¿Acaso no cabe esperar milagros en un mundo de luz?

The Truman Show (1998, Peter Weir)

Ahora que nos reservamos los aplausos para el fútbol, ahora que desde los balcones sólo cuelga la ropa interior, ahora que se descosen los crespones negros, ahora que nos morimos como siempre sin vivir como nunca, ahora que nos apresuramos a olvidar, que tendemos nuestras toallas de playa sobre las cenizas de las ruinas... Ahora que hemos vuelto a salir de la caverna, hay que echar un vistazo al mundo que nos espera fuera.

Sobre cavernas sabía un tanto Platón, por si has retirado los conocimientos de filosofía al desván de la memoria, en la alegoría de la caverna, el filósofo nos invita a imaginar a unos prisioneros encadenados al fondo de una cueva. Allí, los prisioneros creen ver en las sombras de los objetos la realidad auténtica, hasta que, libres y acercándose a la superficie, logran ver el sol, símbolo con su luz de realidad más auténtica. ¿Acaso tiene esto algo que ver con nuestra situación? acompañame en un breve curso de espeleología platónica.


Nuestras cuevas no eran más que nuestras casas y las cadenas, aquellas a las que, en general, decidimos atarnos hace ya mucho, aunque lo que de verdad me interesa hoy son las sombras ¡Cómo nos encandilaron las imágenes de nuestras calles vacías! ¡Con qué gusto nos acurrucamos en los brazos de Netflix, los libros, el deporte, los postres...! Y, sobre todo, ¡Cuánto soñábamos, imaginábamos, ansiábamos, deseábamos, fantaseábamos con la idea de volver a nuestro perfecto allá fuera! Ahora, con la caverna ya detrás y espantando la idea de volver a ella, toca volver a hacerse cargo del nuevo mundo, que no es más que el viejo.


La realidad más real ha resultado ser, cuanto menos, bastante decepcionante. En nuestro autoprometido mundo de luz sigue habiendo espacio para las sombras: tensiones nunca extintas que reavivan su llama, asfixias de libertad, tambores que prometen tempestad y monstruos que nunca se fueron de debajo de la cama listos para despertar pesadillas. Desde luego, no son los milagros que esperábamos. Por la inevitable colisión entre el optimismo imparable y el cínico pesimismo inamovible, ha estallado en pedazos nuestro espejismo de terraceo... ¿No tendremos nunca el mundo que esperamos?

Le he estado dando muchas vueltas a esa pregunta y, cuando es así, me gusta acudir a alguna obra (del tipo que sea) que me ayude a barrer las telarañas mentales propias de un dilema como éste. Recorriendo la estantería con la yema de los dedos, me topé con mi tomo de "Watchmen", la impresionante novela gráfica de Alan Moore y Dave Gibbons que tenía mucho que decir sobre este asunto. En "Watchmen", y pasaré de puntillas por el argumento, se plantea la existencia de un evento tan catastrófico, tan traumático que logre unir a la humanidad en paz. El final de la historia es, de forma magistral, muy abierto, pero hay quien se ha atrevido a continuar la historia (como Damon Lindelof en la serie homónima de este año) para mostrarnos que, ni apocalipsis mediante, somos capaces de construir utopías, la paz es un oasis momentáneo.

Ya casi dándome por vencido ante la oscura verdad de la naturaleza humana, se me ocurrió que si con Platón había empezado este desaguisado, debía buscar otro griego que me echara una mano. Así, me topé con una frase de Séneca que viene a ser "allá donde haya un ser humano, habrá oportunidad para una crisis". Vale, no es que fuera él la alegría de la fiesta, pero razón no le falta: de las herramientas hicimos armas, volvimos himnos la música y guerra los deportes, ensuciamos la poesía con propaganda, plantamos banderas en la luna y, pudiendo acariciar las nubes, aprovechamos las alturas para hacer llover bombas.

A punto de colgar el cartel de vena de la esperanza, descubrí que los historiadores no están del todo seguros sobre la frase de Séneca. Existe la versión que ya conoces y otra con un significativo cambio: "allá donde haya un ser humano, habrá oportunidad para la bondad" . Y entonces me di cuenta, lo hemos enfocado mal.

Nos hemos empeñado en creer que debíamos salir mejores, asumiendo que pasada una gran crisis no quedaba otra que serlo. Partimos de un error de base al creer que el mundo allá fuera, aquel que esperábamos encerrados en nuestros hogares se trataba de un mundo perfecto, cuando en realidad es uno verdadero. Es un mundo lleno de luz,sí, pero también de largas sombras exteriores e interiores. Y no hay más verdad que aceptar que estas sombras existen, pero sí algo existe también es la voluntad de que estas desaparezcan. No somos seres abocados al fracaso y a la autodestrucción, aunque pueda parecerlo. Somos, indudablemente, capaces de mejorar, de aprender a ser otros, de cambiar nosotros para acabar con las sombras del mundo. Todo empieza por intentar ser hoy mejor que ayer. No sé si es pedir demasiado, pero… ¿Acaso no cabe esperar milagros en un mundo de luz?


72 visualizaciones3 comentarios

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3 Comments


nor.cabrera
May 31, 2020

Lo primero: adoro a Alan Moore. si no lo has leído te aconsejo From Hell y los que tiene de Batman. Cojonudos.

Tu reflexión excelente, el deseo de un milagro, compartido. Pero sobre todo la sensación- que tengo desde niño- de que, efectivamente, la cueva y las sombras no avanzan ni retroceden con los avances o retrocesos del tiempo. Son de naturaleza inmutable.

Muy bueno

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guiomarlugo
May 31, 2020

Me encanta como piensas, y sobre todo lo bien que lo plasmas en este Blog. Enhorabuena

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nekane73
May 31, 2020

Me has dado mucho para reflexionar, como siempre, brillante

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