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Problemas en el Paraíso

Se reproducen aquí las revelaciones de un ángel detenido por una pareja de la Guardia Civil en Tordesillas por exceso de velocidad. El detenido declaró,en evidente estado de embriaguez que este era la auténtica y única verdad del "prólogo de la mayor historia jamás contada".


El día después al nacimiento de la humanidad, Dios cenó leche con galletas porque aún tenía el estómago revuelto. La celebración que siguió a la creación de Adán, el primero de los hombres, había sido, sin duda, de proporciones bíblicas, con licores ambrosiacos descorchándose por doquier. No hubo nadie en los cielos que considerara aquel día de descanso como un capricho, más bien se trataba de una necesidad imperiosa. Ni los entes celestiales escapan de las resacas.


La fiesta, con todos sus excesos, sinvergonzonerías y arrepentimientos a posteriori, era tan merecida como esperada. Por todo el Cielo se repetían las alabanzas a Don Dios por la más nueva de sus hazañas: había creado, por fin, a la más genial de las criaturas, adoptando por fin una deriva más comercial. En sus inicios, Don Dios había adoptado una postura más liberada, singular, expresionista y vanguardista, buscando alejarse de la convención de crear seres humanos como llevaban haciendo ya tiempo otras deidades. Fueron muchos los ángeles que, atrapados por su magnetismo inefable y su genio inestimable, solicitaron trabajar con su Divina Excelencia, deseosos de ver cuál sería esa especie nueva, no vista antes, que Don Dios prometió crear.


La verdad es que los dinosaurios resultaron bastante decepcionantes. No se me malinterprete, causaron sensación durante un tiempo, pero demostraron ser una atracción barata, insulsa y de poco calado mediático. Desde luego, aquellas bestias con un claro exceso de escamas, colmillos, cuernos, presentaban claros fallos de diseño. Don Dios, no habituado a las malas críticas, experimentó una crisis creativa del quince, se dejó crecer una pequeña coleta, se compró una chupa de cuero y, montado en una Vespa color celeste, desapareció durante unos cuantos milenios. Cuando volvió, habiendo encontrado tras un viaje espiritual su verdadero yo, decidió que lo mejor sería borrar todo rastro de su obra hasta el momento, séase eliminando a los dinosaurios de la faz de la tierra.


Esta medida no sentó del todo bien a cierto grupo de ángeles que, habiendo hecho realmente ellos el trabajo duro de ensamblar cada cuellilargo, zarpa diminuta y diente despedazador, decidieron sindicarse. Lucifer, quien fuera de los mejores jefes de la planta de producción del Cretáceo,llevó la voz cantante y se alzó como representante de los derechos laborales angelicales en la disputa legal con el Altísimo, que demostró que aún siendo omnipotente, no era omnipaciente. Los arcángeles,los que más leales eran a Don Dios, mientras se resolvía el entuerto, se encargaron de extinguir a todo bicho que por los campos había, seguros de que no habían dejado ninguna prueba del primer gran fracaso del Alabadísimo Mandamás, aunque siglos más tarde, se destaparía la chapuza cuando algunos humanos se pusieron a cavar donde no debían. Los díscolos acabaron siendo reubicados en la sucursal del Infierno, cosa que no agradó a la mayoría de la plantilla.


Una vez eliminados los errores del pasado y las molestias del ahora, Don Dios expuso a toda la plantilla el proyecto Génesis, que prometía elevar el término "creación" a cotas nunca antes vistas. Fueron elogiados todos los diseños de mamíferos,insectos,reptiles, anfibios y demás fauna y flora (claro que, visto lo visto, nadie se atrevía a llevarle la contraria al Todopoderoso Jefazo, ni siquiera con la innecesaria inclusión de los mosquitos). Para el final de la presentación, Don Dios dejó a su obra maestra: Adán. Con todos sus colgajos al viento, sus pelos enhebrados a mano, sus dos gotas de miel por ojos,sus músculos contraídos y contrayentes, sus huesos del más exclusivo tuétano, su sangre de manantial... A todos les resultaba familiar aquella nueva criatura y no es raro, teniendo en cuenta que Don Dios se había tomado a sí mismo como modelo, alegando que "decidí crearlo a mi imagen y semejanza, porque YO no he visto nunca nadie más perfecto que YO mismo". Palabra de Dios.


Durante cinco días, se puso a punto el Edén para la primera prueba piloto de la Creación, y el sexto, una vez soltado Adán con el resto del bicherío, comenzó en la bóveda celestial una farra como no se recuerda en toda la Historia. El Portentoso Patrón se aseguró de que corrieran sin cesar los chupitos el sábado y las aspirinas el domingo, estipulado desde entonces como día de descanso. Por esta razón, las primeras horas de Adán en la Tierra fueron totalmente faltas de toda supervisión, guía y control, volviéndose así no sólo el primero de los hombres, sino también el primero en disfrutar del libre albedrío. Claro que tampoco es que lo aprovechara mucho.


A nadie debería sorprenderle que un individuo ya formado en todo aspecto corporal pero con el conocimiento del mundo propio de un niño las pasara canutas para sobrevivir. Y eso que estamos hablando del Edén, oiga. No cualquier resort de por ahí, no, no... Un muy señor Paraíso Terrenal, con sus flores silvestres y sus animalillos alegres, pero también con algunos inconvenientes, claro. Que la vida en el campo ha sido siempre muy dura y no iba a ser ésta la excepción. El primer hombre no sabía qué podía comer, ni tenía con quien hablar, ni sabía cómo resguardarse del frío o qué animales eran peligrosos o no... Así que el primer día de vida lo pasó acurrucado bajo un pino, muerto de frío, con las muelas doloridas tras intentar comerse una piña a bocados y las ingles escocidas por una hoja de parra que si bien le tapaba las vergüenzas, se las irritaba de buena manera.


En las oficinas centrales del Cielo, pronto quedó patente que el ser humano, por mucho heredero de la Tierra que sea, no vale nada por si mismo. La torpeza e ingenuidad de Adán era tan manifiesta como preocupante para los arcángeles que se veían ya repitiendo la faena de los dinosaurios y pasando por el cuchillo a otra especie, pero Don Dios quitó hierro al asunto argumentando "que como no iba a ser algo ingenuo el muchacho si, al fin y al cabo, Adán había nacido ayer". Sin embargo, la soledad y tristeza de su opus magna acabó por conmover al Santísimo Cabecilla y decidió crearle compañía.


Una voz ominosa, que todo lo inundaba y a todo llegaba (algo así como de megafonía de supermercado), indicó a Adán que había llegado el fin de sus lamentaciones, que por fin tendría la compañía que tanto anhelaba, pero Hilario no era para nada lo que se esperaba. Nadie sabía a ciencia (ni a fe) cierta qué materiales había usado Don Dios en su creación o en qué criatura se había inspirado, pero si bien Hilario y Adán eran de la misma especie, estaba claro que el primogénito era el principal depositario de la gracia divina.


Hilario, con sus cejas pobladas,su mirar de pantano, sus orejitas de soplillo, su nariz respingona, su sonrisa boba y sus dientes separados, hizo pronto buenas migas con un Adán fácilmente impresionable y simplón.Aunque pasaban sus existencias sin hacer absolutamente nada, se tenían el uno al otro y se encargaban de pasarlo bien comiendo, bebiendo, bañándose en aguas cristalinas, dándose collejas, rascándose a dos manos, eructando y otras delicias de los hombres liberados de civilización. Su inacción, tan gratificante para ellos, preocupaba unos cuantos pisos más arriba a su creador, que temía haber puesto en su paraíso a dos ganapanes apaletados incapaces de aprovechar el más grande de los regalos. Así que, harto de seguir consintiendolos, Don Dios decidió revolucionar el Jardín del Edén.


Le arrancó a Adán, aprovechando un despiste de éste, una de sus costillas (que para algo le había puesto unas cuantas) lo que provocó muchas lágrimas de lo más varoniles y unas cuantas arcadas en un proceso que sería descrito posteriormente como "repugnantemente alargado en el tiempo" por su colega. Sin embargo, la criatura que emergió del costillar de Adán no era para nada repugnante, al contrario, se trataba del ser más majestuoso que cualquiera de los dos hombres hubiese visto. Con sus talones prietos, su frente alta y pulida, sus cejas alargadas,su mar en la mirada, su cuello erguido, su diafragma bien acoplado, su materia gris intacta... Don Dios se había marcado el tanto que había fallado tan irremediablemente con Hilario, pero ante la falta de entereza de Adán en la concepción de la primera fémina, convino el creador que era mejor que fueran Eva y las de su género las encargadas de gestar vida humana. Sin preguntarle a ella, claro.


La llegada de Eva trajo aparejado varios cambios por la zona, pronto su Reverenciadísimo Superior encargó a los tres humanos que se pusieran a trabajar. Darle nombre a cada uno de los animales,plantas y árboles que poblaban el Edén, acabar con la población de los molestos dodos, presentar a concurso varios colores para un nuevo proyecto llamado "arcoíris"... Estas fueron algunas de las tareas que su creador les encomendó, esperando que se volvieran seres de provecho y poder dedicarse a crear otras especies sin la presión de su cuidado. Pero Adán e Hilario tenían sus mentes lejos del trabajo, ambos pensaban día y noche en la mejor forma de conquistar a la recién llegada, todo mientras Eva hacia toda la faena casi sin quejarse. ¿Quién llevaba la mano ganadora? Lo cierto es que Hilario, lejos de ser lo más atractivo que el género humano tenía para ofrecer, había desarrollado una capacidad para la oratoria y la cháchara absurda que hacía brotar las carcajadas de Eva. Los cielos rojos centelleantes se rendían al azul y acababan por engalanarse de noche en lo que les parecía un instante, envueltos los dos en las cadenas de las conversaciones apasionantes, sólo el frío nocturno les hacía despedirse para resguardarse. Así pasaban los días mientras Adán, con ojos de víbora herida los observaba en secreto.


Ante las constantes súplicas, reproches, pataletas y demás caprichonerías de su hijo predilecto, Don Dios decidió tomar cartas en el asunto y mediar para que el futuro de la especie dependiera de lo más perfecto de sus trabajos. Para ello, dispuso que Adán y Eva compartieran los 200 m2 (dos baños, cocina tipo loft y tres habitaciones, que el Señor Creador esperaba prole pronto) de un magnífico piso al oeste del Paraíso . Por su parte, Hilario quedaría aislado al este, en una apartamento de una cocina, un baño, un salón y una habitación sin derecho a reforma ni ampliación ¡Cuánto sufrieron Eva e Hilario! Muchas lágrimas recorrieron sus mejillas en los alféizares de sus ventanas al mirar al cielo estrellado, con el único consuelo de saber que estaban bajo el mismo cielo y con la terrible certeza de que estaban también bajo el mismo Dios ¡Cuánto se relamió Adán con su lengua bífida! Muchas mentiras había conjurado para Don Dios, con muchas más intentó engañar a Eva, pero no se dejaba embaucar, aunque él, en su orgullo, sabía que tarde o temprano sería suya. “Será , al fin y al cabo, lo que Dios quiera”.


Quizás subestimó Adán la dedicación de Hilario, quizás menospreció un amor no providencial, quizás es que nunca había visto a nadie cometer locuras por amor. Aunque claro, nadie se esperaba lo que hizo el muy patán.


Le era difícil olvidar a Eva, aunque poco a poco, consiguió hacerse a la idea de no volver a verla. Pasó los días acostado en el prado, recordando los ojos de Eva. Ese azul de zafiros quebrados, ese azul cambiante de nieve derretida que muestra todo su frío, ese azul de cielo impoluto con manchas de nubes, ese azul fallando en ser azul… Ese azul imperfecto, ese azul era, sin duda, lo más perfecto que había creado Dios. Cuando ya no quedaron más azules con los que comparar sus ojos, volvió a casa, acariciándose el bigote y pensando qué hacer él solo el resto de su eterna vida. Y entonces se dió cuenta de que no tendría por qué estar solo. Que podría tener a su Eva por fin. Y la solución estaba dentro de él.


Con un corte digno de charcutero de barrio y con los berridos propios de una cirugía sin más anestesia que la convicción propia, se arrancó casi de cuajo la primera costilla que se palpó. Pero no salió de su costillar ninguna Eva, sólo borbotones de sangre que se extendían por el prado que empezaba a teñirse de cobre. Para fortuna del malogrado Hilario, Adán se encontraba de caza y, alarmado por los alaridos, acudió veloz al lugar de origen de tal sonido para ver a su rival amoroso desangrándose en el suelo, con lágrimas en los ojos y susurrando con las pocas fuerzas que le quedaban el nombre de su amada, a la que ya no volvería a ver.


Se despertó dolorido, al dulce tacto de Eva que le acariciaba la cara y besaba la frente mientras Adán observaba desde el marco de la puerta. Haciendo uso de una misericordia nunca antes vista, Adán había cargado en hombros a Hilario hasta su hogar, donde Eva y él, intentarían salvarle la vida. Fue esa la primera vez que Eva vio en su captor un atisbo de bondad. Sin embargo, él la había advertido seriamente, de las consecuencias de que cualquier acercamiento entre ambos amantes traería circunstancias nefastas para ellos. Que le hubiese salvado la vida a Hilario no significaba que la de Eva no le perteneciera. La estancia de Hilario en aquel piso se alargó bastante más allá de su recuperación, sabedores de que en cuanto Adán le creyera sano ordenaría su expulsión, fingieron que las heridas continuaban más allá de cualquier evidencia física. Eva era muy conocedora del riesgo, pero esos ojos verdes de Hilario, de caótica e imperfecta mezcla de chispas amarillas y rojas, esa alocada primavera que bailaba en su mirada… ¿Qué no haría ella por la más imperfecta de las creaciones de Dios?


Por la partida de Hilario imploraba a su creador Adán, aunque sin respuesta. La verdad es que Don Dios se encontraba en medio de un litigio contra el Sindicato General de Ángeles Caídos, al que se habían afiliado unos cuantos miembros más, dadas las condiciones abusivas que se vivían en el Génesis. Pero ningún atisbo de solución vino de los cielos y Adán empezó a comprender, poco a poco, que había perdido a Eva para siempre. Una noche, mientras ella descansaba, entró en la habitación de Hilario. Se sentó a un lado de la cama y, clavándole sus dos vibrantes pupilas de latón comenzó a confesarse con el que fuera su único amigo.

Yo soy perfecto le dijo— Me hizo como Él y, aún así, ella me ignora y me rehuye. Creí que salvándote me vería como su héroe, alguien digno de admirar y amar, pero no, sólo tiene para mí miradas de desprecio y el más firme de los rechazos ¡A mí que soy el vivo reflejo de Dios debería amarme y no a ti que eres, eres…

— Yo soy como ella— interrumpió HIlario, ante un Adán al borde del colapso que acabó huyendo de la habitación.


La situación pronto acabaría en tragedia. Don Dios no tardaría en volver a ocuparse de sus criaturas y la cordura de Adán se volvía, a cada día que pasaba, tan frágil como la paz en el Edén. Eva decidió, que de ellos dos dependería su felicidad y urdió un plan de fuga del Paraíso. De noche, abandonaron para siempre aquel piso entre las maldiciones y gritos de Adán, que rogaba a los cielos justicia divina, pero los dos amantes no miraron atrás y corrieron juntos hasta el Árbol del Bien y el Mal, camino a la libertad. El consumo de incluso un sólo fruto de ese árbol estaba altamente prohibido pues se decía que el colocón que dejaban aquellas frutas sólo podía ser soportado por entes celestiales, para siempre sabedores de lo que en verdad era bueno y lo que no. Lo cierto es que la Adoradisima Autoridad mantenía aquel árbol para consumo propio y le servía para inspirarse a la hora de crear nuevas cosas. Confiando en que, una vez expulsados, ella e Hilario podrían trazar sus vidas al margen de los designios de su creador y Adán, arrancó una manzana de la rama más alta.


Con el mero desprendimiento de la fruta, los truenos rasgaron el cielo nocturno, las nubes comenzaron a girar en perfecta sincronía, la tierra se estremeció y un torrente de luz señaló a los dos infractores. Se agarraron las manos con fuerza y alzaron la vista ante al oír como con la más potente, contundente, exigente y estridente de las voces de Don Dios inundó el mundo.


Vosotros… ¿Quiénes sois vosotros? YO estoy por encima de todo, YO lo soy todo. ¿Os creéis capaces de juzgarme?¿A MÍ? YO que he creado las montañas y los lagos, la noche y el día, el principio y el fín, YO que os hice de la nada.. Vuestras vidas son mías, vuestro destino es mío, vuestros corazones son míos. YO decido todas las cosas y mi voluntad es la ley ¿Vosotros me cuestionáis?¿Qué sois vosotros?


—Libres— respondió desafiante Eva, para después dar un dentellazo a aquel fruto prohibido. Se lo pasó a Hilario que hizo lo mismo. Y mientras la ira de Don Dios hizo temblar a toda la Creación, mientras descendían los ángeles antidisturbios con porras de fuego… Salieron juntos del Paraíso, abrazados y perdidos en la imperfección de sus ojos azules y verdes.


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2 Comments


nor.cabrera
Jun 14, 2020

Hola Asier!!! Te echaba de menos.

Menudo revuelto haces del Génesis y el Edén, mezclando lo humano y lo divino y haciendo salir triunfantes a los iguales. Una Concepción de la justicia arbitraria pero muy propia de los "hechos a imagen y semejanza". ....... de Don Dios. Fina ironía. Muy bueno mucho ingenio.

Gracias por volver 😜😍😍😍

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nekane73
Jun 14, 2020

Me quito el sombrero, enhorabuena

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