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Recursos matemáticos para amores dramáticos

Existe cierto riesgo al buscar la hipotenusa de un triángulo amoroso

La infedilidad, Paolo Varonese (1575-1580)


En 1959, el físico y novelista inglés Charles Percy Snow definió,con más pena que gloria, como "las dos culturas" a la ferviente oposición que desde el siglo XIX arrastran letras y ciencias. Lo cierto es que las ideas de Snow han envejecido peor que las películas del destape, pero eso no significa que en el imaginario popular no sigamos separando el mundo en cosas de ciencias y cosas de letras. De este divorcio cultural viene esa creencia de que los números no sirven para escribir sobre las grandes pasiones y desgracias. Ante esta injusticia, yo, que siempre he preferido declinar a calcular, he decido desafiar la frontera entre empírico y subjetivo demostrando la utilidad de las matemáticas para resolver un triángulo amoroso.



La fórmula matemática detrás de una relación amorosa debería ser extremadamente sencilla: 1+1= 2 ¿no? Bueno, a veces ocurren casos de amores binarios (en los que 1 y 1 son 3) en los que la picardía de los factores altera el producto. Bella, Edward y Jacob; Arturo, Ginebra y Lanzelot; Pattie Boyd, George Harrison y Eric Clapton... son solo algunos de los numerosos ejemplos de lo que solemos llamar triángulos amorosos y es que a veces el corazón humano cae preso de su gusto por lo prohibido (que se lo digan a Eva) o por la mera indecisión. Puede que incluso tú te encuentres en uno ahora mismo y ansíes salir de él. Bueno pues no busques más, todo lo que tienes que hacer es aplicar el Teorema de Pitágoras.



Según lo que he decidido acuñar como geometría del corazón, todos los triángulos amorosos son triángulos rectángulos. Esto quiere decir que en el triángulo que forman las personas A, B y C se erige un ángulo recto (probablemente en memoria de la rectitud que se pierde siempre en estos casos). Pero lo importante de los triángulos amorosos es que en ellos siempre está la hipotenusa, ese lado más largo que se rehúsa a soltar a alguno de los dos otros puntos. La clave pitagórica para resolver semejante entuerto siempre es identificar cuál de los lados del triángulo eres tú, operación que entraña cierto riesgo he de advertir. Y es que creyendo ser hipotenusa, quizás descubras que solo eres un cateto.



Parece que las matemáticas tienen alguna bala más en la recámara para disputarle a las letras el dominio de la expresión amorosa ¿Hay forma mejor de explicar los desamores que con dos rectas paralelas que nunca llegan a cruzarse? ¿No buscamos todos la incógnita que resuelva nuestra ecuación? ¿Cómo hemos podido cerrarle las puertas de nuestros corazones a la ciencia capaz de retorcer la nada hasta volverla el infinito? Lo cierto es que, seguramente, ni la más abstracta de las humanidades ni la más empírica de las ciencias logren descifrarnos a nosotros mismos lo suficiente. No existirán ni la fórmula, ni el verso, ni la gráfica,ni la frase, ni el binomio, ni la estrofa perfectos para entendernos. Quizás el lenguaje del corazón no se escribe con letras ni números, quizás no pertenezca a ninguna de las dos culturas. Quizás amar sea, después de todo, un arte.


79 visualizaciones2 comentarios

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2 Comments


nekane73
Mar 27, 2020

Eres buenísimo, conseguir aunar en un artículo matemáticas y letras y que nos guste a todos es difícil, Enhorabuena

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nor.cabrera
Mar 27, 2020

👏👏🤩🤩😂😂 jajaja, eso es echarle INGENIO. Muy bueno, me ha encantado eso de creernos la hipotenusa pero ser, en realidad, un "cateto".

No obstante haberlas casado con habilidad de buen escritor, yo prefiero las matemáticas y las letras "divorciadas". Lo del trío amoroso.......ya lo hablaremos en petit comité 🤩🤩😂😂😂😂👍👍👍

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